Esta noche he visto en sueños un cadáver, joven y hermoso se hinchaba de necrosis en un velatorio que creo que va durar incluso hasta bien entrado el día de hoy. O de mañana. Por eso no voy a dejar que pase un día más sin decirte que has llenado muchas páginas en blanco cuando me he sentado delante de ellas creyendo que quizás no tenía nada en la cabeza.
Muerta, muerta y muerta. Que estás muerta.
Y tengo la oportunidad de hablarte sabiendo con toda certeza que me podrías escuchar aunque yo siga decidido a gritarle al vacío, porque sí, porque nunca he tenido fuerzas para decirte que soy lo que soy gracias a que un día hace ya tantos años te conocí. A que aprendí de todo sin que me enseñaras nada. A que siempre he deseado ser una sombra de lo que eres tú. A que viste cosas en mí que no vió nadie. A que tengo que ser yo con todas mis fuerzas.
Que has muerto esta noche y ni siquiera lo sabes. So muerta.
Y en estas letras onanistas, he decidido por una vez no hablar del mundo que me rodea, ni de las cosas hermosas, ni de las injusticias. Hoy habaré de mí, de mi subsconsciente que me ha otorgado una pesadilla en la que te veía detrás del metraquilato convulsionarse tu carcasa inerte. Me apasionó tu manera de ver la vida, no quise ser tuyo, no quise que fueras mía. Nunca lo he querido ni lo quiero ahora.
Quiero ser tú.
Y digo esto sólo porque estás muerta.